En la IV Jornada de RSE organizada por el Rotary Club Murcia Norte, que tuvo lugar el pasado 27 de marzo de 2025 en la Cámara de Comercio de Murcia, vivimos una experiencia profundamente enriquecedora en la que se puso en el centro una verdad tan evidente como olvidada: la inclusión laboral no es un privilegio, es un derecho. Y ese derecho solo puede materializarse cuando las empresas se comprometen de forma real a crear entornos donde todas las personas puedan trabajar en condiciones dignas, justas y adaptadas a sus capacidades.
 
En Yohumanize creemos firmemente que la diversidad no se gestiona, se abraza. Pero para que eso sea posible, no basta con buenas intenciones: hace falta acción, diseño, estrategia y voluntad.
 
Pero, ¿qué significa adaptar un puesto de trabajo?
Adaptar no es hacer favores. Adaptar es reconocer que cada persona tiene un valor único y que, para desplegar todo su potencial, necesita un entorno que lo facilite.
 
Desde una mirada integral, existen tres niveles fundamentales en los que una empresa puede (y debe) trabajar:
  1. Espacios comunes accesibles. El primer paso es que los lugares generales de trabajo (edificios, entradas, pasillos, baños, salas de descanso, etc.) estén diseñados bajo criterios de accesibilidad universal. No hablamos solo de rampas o ascensores, sino de crear espacios en los que cualquier persona pueda moverse con seguridad, independencia y comodidad.
  2. Puestos adaptados a necesidades individuales. Cada persona es única, y por tanto, cada puesto de trabajo debe poder adaptarse a quien lo ocupa. ¿Qué implica esto?
    • Herramientas específicas (software, dispositivos, mobiliario)
    • Apoyos técnicos o humanos (acompañamientos, intérpretes, entrenadores laborales)
    • Flexibilidad organizativa (horarios, tiempos de descanso, ritmo de trabajo)
  3. Entorno emocional y cultural inclusivo. La inclusión no solo es física, también es emocional y social. La empresa debe comprometerse a formar a sus equipos, sensibilizar a líderes y compañeros, y construir una cultura organizacional donde la diferencia no sea una carga, sino una oportunidad de crecimiento.
¿Por qué debemos invertir en inclusión?
Porque no se trata solo de justicia social —que ya de por sí es motivo suficiente—, sino también de eficiencia, compromiso y rentabilidad. Un trabajador que cuenta con lo que necesita para desempeñar su función:
• Será más productivo
• Estará más motivado
• Será más leal a la empresa
• Será más creativo y resolutivo
 
Además, una empresa inclusiva es una empresa con futuro: alineada con los ODS, preparada para liderar en responsabilidad social, y con una marca empleadora fuerte y auténtica.
 

La clave: mirar a las personas, no a las etiquetas

Durante la jornada, escuchamos testimonios reales, historias que nos recuerdan por qué hacemos lo que hacemos. Porque detrás de cada puesto adaptado, de cada puerta abierta, hay una vida que cambia, una oportunidad que transforma y un entorno que se enriquece.
 
Y esa es la verdadera inclusión: ver a la persona antes que a su condición. No se trata de “insertar” a nadie, sino de permitir que cada persona pueda entrar por la puerta grande, por la que merece, por la que ha trabajado. Si por una puerta no cabe, abramos tres más. Porque en la diversidad está la riqueza, y en la adaptación, la clave del éxito colectivo.

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